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Aparece un taxi, tipo coche compartido, todavía en la olvidada frontera entre Guinea Bissau y Guinea.
A pesar de que nos encontramos en plena estación lluviosa, hace un sol demasiado radiante y un calor bochornoso empañado de una humedad que complica la ya de por si complicada tarea de ayunar durante las horas de sol.
El conductor y sus jóvenes ayudantes nos hacen saber que aquí en Guinea los coches Renault como el suyo pueden transportar tantas personas cuantas quepan en el interior del mismo, al contrario que en sus paises vecinos donde se permite un máximo de siete pasajeros (dicho también que las palabras permite y máximo toman en África un significado difuso y relativo). Convenido el precio justo por ambas partes nos montamos los doce que cupimos y emprendimos el largo trayecto. Todavía no nos conociamos entre nosotros, durante el tiempo requerido por las negociaciones del precio del billete con el conductor se respira en todos los casos un ambiente tenso, en estos momentos nadie es amigo, todos desconfiamos de todos. Pero solo es un mero trámite, una vez el coche ha arrancado y los pasajeros y la carga se han acomodado, o mejor dicho, amontonado, empiezan a aparecer manos que se ofrecen unas a otras comida o caramelos, o fruta, bollos, agua, ..., y empieza la charla, las risas, los cumplidos, los grupitos afines, la música, los lloros de los mas pequeños, a preguntar cosas al feliz hombre blanco, a invitarle a sus casas, ...
En el paisaje de verde intenso y de campos de cultivo labrados con esperanza hay algo diferente, pero que es???....claro!!! una montañaaaaaa!!
Desde que dejé el Rift marroquí i las pedregosas colinas del Sahara occidental no me habia encontrado todavía con una sola montaña siquiera, toda la zona del desierto y del Sahel era llano, pero lo he dejado atrás y delante de mi se aparece una cordillera de montañas de espeso bosque húmedo, que en estación de lluvias se crean bonitos saltos de agua en los acantilados de grafito, con sanos ríos donde bañarse, donde las mujeres se reúnen cada día para lavar la ropa o coger agua y los niños juegan a pescar.
A mucha gente le parecen incómodos este tipo de vehiculos o transporte cuando se viaja, pero es una de las cosas que uno más recuerda de un viaje, de las cosas más emocionantes y donde se conoce siempre a gente interesante, donde se entablan conversaciones que en mi tierra no existen, estas carreteras embarradas, sinuosas, pasarte dos horas arreglando el coche cuando se para, de barro hasta las rodillas sacando el viejo trasto que se ha undido en él, esas paradas para comer y mear, esas vendedoras que aparecen de repente en el medio de la nada para venderte frutas y toda suerte productos locales con medio cuerpo dentro del coche, esas esperas en la rivera de un bonito rio a que venga la plataforma de hierro que lo cruza atado a un cable de lado a lado, también llamado ferry